spot_imgspot_img
InicioOpiniónEl parpadeo de los 55 años de la UAN
Publicidadspot_img

Carmen Navarro

Saben que soy una chilanga descentralizada. Crecí escuchando desde niña que mis padres habían acordado salirse del monstruo de la gran ciudad y zona conurbada para que sus hijos tuviéramos una mejor calidad de vida. Elegir el lugar a donde migrar fue un proceso riguroso, tenía que reunir 3 condiciones: ser una ciudad pequeña cerca de una ciudad grande, estar cerca del mar y que hubiera universidad, porque así podríamos estudiar una carrera sin tener que migrar.

Con estos criterios de inclusión, las ciudades elegidas fueron: Xalapa, Morelia y Tepic; pero la oportunidad laboral para mi papá, fue la que eligió Tepic como destino. Llegamos en 1983, yo a tercero de primaria, sin tener vínculo familiar con nadie y en la fortuna de encontrar aquí a una amiga de mi mamá que los años me regaló como mi extrañada tía Mundy.

Hicimos excursiones por todo Tepic, su alrededores y caminos. Imposible no observar la ciudad de la cultura… una ciudad dentro de la ciudad. A finales de los 80s volví a escuchar a mis papás hablar de la universidad, preocupados porque había pintas en las calles, falta de clases, historias sobre una «unidad liberal» que daba miedo…. decían que ojalá todo se arreglara, porque no habían llegado hasta acá, para termináramos por irnos a Guadalajara a estudiar.

Concluí el bachillerato en el Cetis 100, a la prepa no, porque allí podría tener una carrera técnica adicional y si podría entrar a la universidad después. Llegó la crisis del 94 y como familia perdimos casi todo lo material y ahí empezó mi carrera laboral… tenía que trabajar, mi sueldito hacía falta pero yo no quería dejar de estudiar, me acerqué a la UAN a la entonces Dirección de Prepas a preguntar que carreras había y me hicieron un examen vocacional: economía, docencia o alguna carrera social. «Hay ciencias de la educación, está en Xalisco, pero no te van a aceptar porque es para maestros que ya trabajan»… vi la lista de materias y me gustó, así que tomé el camión a Xalisco decidida a saber más… tiempos aquellos en que por ir a preguntar quedabas, de 11 que hicimos el curso propedéutico ingresamos 24.

Soy de la Cuarta generación de LCE, la primera en que entramos sin ser profesores con servicio, pero sí con experiencia docente que yo acredité por mi trabajo como voluntaria en la Secretaría de Salud dando pláticas para la prevención del sida en Secundarias. Resultó ser la única carrera que podría estudiar pues era la única en modalidad semiescolarizada y me permitía trabajar.

Así que estudié lo que pude, pero encontré no solo una vocación profesional, sino una misión de vida, con la gran fortuna de poder trabajar en la institución que me formó, el enorme privilegio de volver como profesora a las mismas aulas. En una historia que me ha permitido aprender de mis maestros y luego llamarlos colegas, y de estudiantes míos que se han vuelto compañeros y guías. De personas que han sido mi familia, de estudiantes que han sido mi orgullo, motivación y esperanza.

La foto que acompaña estas letras es de aproximadamente el año 2000, en un rinconcito del Complex 1.3, cuando coordiné el trabajo de campo en Nayarit de un gran proyecto sobre servicio social. Ahí Tere Iniesta a quien conocí en la Secretaría de Salud y la convencí de que estudiara LCE en la UAN y no en la Normal, además de la Dra. Karla Barrón, de Zule Madera y Yeni Herrera, en ese momento prestadoras de servicio de un modelo de política social de apoyo a microempresas que es base de muchas cosas que hoy son realidad. Experiencias de vida que transforman e inspiran.

Mi historia de vida, mi vida está marcada por esta institución como la de tantos y tantas que han pasado por aquí. ¡¡Larga vida a la universidad pública!!

¡Gracias UAN por tanto! Orgullosamente UAN.

* La autora es Secretaria Académica de la UAN.

Publicidad
- Publicidad -spot_img
- Publicidad -spot_img
- Publicidad -spot_img
- Publicidad -spot_img
Related News
Publicidad