Luis Rubén Maldonado Alvídrez
En el escenario político actual los gobernados esperan un liderazgo político eficaz. ¿Cuáles son las características de un buen liderazgo político? Sin duda la credibilidad, la coherencia y la empatía, capacidad de gestión y, especialmente, tomar decisiones en momentos de crisis.
Por lo general el liderazgo político se asocia con la capacidad que tiene una persona de mandar sobre otros y lograr consensos para que se cumplan los objetivos que la lideresa o el líder pretenden en un estado, municipio o nación, a través de su capacidad de influencia, las propuestas que aporta y las decisiones coherentes que tome.
La palabra clave aquí es coherencia entre el decir y el hacer. Entre la promesa hecha en campaña y la promesa cumplida una vez en funciones de gobierno.
El papel del líder es el de guiar a otras personas por el camino correcto para conseguir objetivos específicos o metas compartidas. Es por esto que el liderazgo es imprescindible en la sociedad, y más aún en tiempos de crisis donde surge la necesidad de un liderazgo innovador, centrado en que el líder que actúe y no se quede en las palabras solamente en promesas o en gestiones al aire.
El liderazgo innovador debe de ser capaz de conectar y comunicarse con sus seguidores buscando orientarlos, movilizarlos y hacerles sentir que tienen el poder para conseguir sus metas.
Aquí es donde aparece el hiperliderazgo como un nuevo fenómeno político. Es una respuesta que se ofrece desde el liderazgo de un gobierno a los desafíos y retos que plantean situaciones de urgente solución.
El hiperlíder transmite emociones sin abusar de ellas. Es consciente de que en la comunicación actual es fundamental ser emocional si se quiere proyectar veracidad y sinceridad. Hace de ello un factor diferencial: la comunicación emocionalizada orbita alrededor de la prioridad que es la construcción y consolidación de la marca personal.
Los sentimientos y la forma en la que se manifiestan son una seña de identidad para él o ella. El hiperlíder nunca puede ser ajeno al dolor y al malestar de quienes constituyen el pueblo. Tampoco al entusiasmo. Ha de mostrarse humano y relajar la formalidad y el distanciamiento. La piel de la política es la emoción y exponerla al tacto de la gente es esencial si se quiere comunicar bien. Cómo se administre será fundamental para no caer ni en la demagogia ni en el populismo.
En el hiperliderazgo nunca falta la estética que acompañe la puesta en escena que rodea siempre la espectacularidad de las decisiones tomadas; todo en el hiperliderazgo es comunicación. Y si se quiere comunicar bien hay que delimitar bien las fronteras plásticas que acompañen los mensajes y refuercen la confianza que se busca suscitar en sus receptores. Mensaje y medio van de la mano en él o ella a la perfección.
ULTIMALETRA
¿Existen hiperliderazgos en la política mexicana? Hay que recordar que el hiperlíder desarrolla así también muchos de los rasgos que han acompañado a los liderazgos fuertes en la historia de la democracia pero los readapta al lenguaje político de hoy. Eso hace que no sea autoritario, pero sí muy intenso.
lrmaldonado@uach.mx
Consultor en comunicación política y coordinador de comunicación de la Universidad Autónoma de Chihuahua.