Luis Guillermo Hernández Aranda
Cuando tenía 14 años llegó a mis manos el llamado disco negro de Caifanes, desde el primer corte, Mátenme porque me Muero, supe que había encontrado parte del soundtrack de mi vida.
Hoy a mis 47, he podido asistir a una decena de conciertos de Caifanes-Jaguares, pero ninguno como el del pasado viernes en el Coliseo Centenario de Torreón. Sin miedo a equivocarme ha sido el que más disfruté. Si en 1994 cuando apareció el Nervio del Volcán bailaba slam y gritaba a todo pulmón, hoy estuve sentado dos horas acompañando a mi hijo Guicho que estuvo en su silla de ruedas y ocasiones en mis brazos cantando Afuera.
Nunca imaginé cuando estudiaba comunicación y decidí hacer mi tesis de Caifanes como fenómeno transclasista para titularme de Licenciado en Comunicación, que un día estaría en un concierto de Saúl, Alfonso y Diego acompañando a mi hijo con parálisis cerebral. Obviamente en ese entonces ni siquiera me imaginaba casado y menos como padre de familia.
Hace 12 años llegó Guicho y cambió mi vida por completo. Nació de manera prematura y el pediatra sólo le daba 24 horas de vida.
Gracias a Dios el pronóstico falló y lo sacó adelante. Pasó tres semanas en incubadora y decidí llevarle un reproductor de CD donde las enfermeras le tocaban discos que ya tenía preparados para su nacimiento: versiones para bebés de clásicos de The Cure, Beatles, U2 y Queen.
Toco guitarra, no concibo la vida sin música y menos sin rock. Con el paso de los años aparecieron las convulsiones y el diagnostico de parálisis cerebral.
Obviamente saber que tu niño nunca va a caminar y siempre va a depender de ti es un duro golpe a la cabeza. Afortunadamente mi esposa y yo no caímos en depresión y por el contrario le hemos dado para adelante con terapias y toda la atención para que mi Guicho sea feliz.
Recuerdo que cuando lo dieron de alta de la incubadora le dije a mi Guicho, “eres un guerrero de sangre”, citando esa línea de Ayer me dijo un Ave. La frase se convirtió en una especie de grito de aliento cuando mi hijo ha caído hospitalizado por convulsiones u operaciones. Por ese motivo no pude evitar llorar cuando el viernes lo tenía entre mis brazos y a unos cuantos metros de mí Caifanes cantó:
Que saque el aire de mis ojos
Que abrace al miedo con tus sueños
Que sea un guerrero de sangre
Para que nadie te haga daño
A sus 12 años Guicho es un “aliado”. Siempre tiene que escuchar No dejes Que, Afuera, La Célula, Perdí mi Ojo de Venado. Con su limitada habla lanza el característico grito de Mátenme por que me Muero y con su manita se lleva la mano al pelo cuando escucha “préstame tu peine y péiname el alma”.
No es la primera vez que va a un concierto de rock, de hecho, muchos nos critican a mi esposa y a mi por traerlo en todos lados, pero para nosotros la parálisis no es una limitante, es una bendición.
El viernes en el Coliseo no bailé islam, no brinqué, estuve sentado con mi hijo cantando con él, rockeando con él, emocionándome no con el acorde mi rola favorita sino con su rostro de alegría. Sin duda ha sido el mejor concierto de Caifanes de mi vida porque cumplí el sueño de mi hijo y ver su carita alegre me confirma que es un guerrero de sangre, es fuerza y que todos los días nos vamos juntos, dando una vuelta al cielo.
@lharanda