Luis Rubén Maldonado Alvídres
“Gran expectativa generó entre los mexicanos la celebración del primer debate entre candidatos a la Presidencia de la República…” esta frase es reciclada cada proceso electoral presidencial en México.
¿En serio generan gran expectativa los debates electorales en México?
Pues, no.
Y es por varios factores. El primero sin duda la joven historia de estos en México: el primer debate televisado fue el 12 de mayo de 1994, apenas se van a cumplir 30 años; mientras que el primer debate televisado de la historia fue entre de John F. Kennedy y Richard Nixon en 1960. La ventaja de los EUA es de 34 años.
Desde 1929 que los antecesores del PRI gobernaron México, jamás hubo un intento de organizar un debate presidencial hasta 1994, derivado de la presión social que se vivió tras el polémico proceso electoral de 1988 en el que fue electo Carlos Salinas de Gortari entre sospechas de fraude electoral.
En aquella ocasión el debate fue visto (según mediciones de la época) por 34 millones de mexicanos en un padrón electoral de poco más de 45 millones y medio. La participación electoral de aquel 1994 fue del 77.16% y según estudiosos, el debate tuvo un gran impacto electoral en las preferencias electorales, beneficiando al panista Diego Fernández de Cevallos.
La presidencia mexicana hizo una encuesta telefónica para medir el impacto del debate y entre sus preguntas, destaca «¿Quién cree que ganó el debate?» y los resultados fueron contundentes para el “Jefe Diego”, quien obtuvo el 54.6% de las preferencias, enviando al candidato priista al segundo lugar con un 16.9% y muy muy lejos al heredero de la dinastía Cárdenas con un 1.9%. Mientras que 26.6% respondió que ninguno, no sabe o que no vio el debate.
Ya en el 2000, específicamente el 25 de abril, Se trató del primer debate presidencial con la participación de la autoridad electoral en su organización, en el proceso electoral previo fue muy marginal.
“Si bien en el debate de abril de 2000 hubo más interacción entre los candidatos (por las continuas referencias y acusaciones entre sí), el formato rígido de tiempos predefinidos y la nula intervención de la moderadora que se limitaba a dar la palabra en el orden previamente sorteado y advertir del término del tiempo de cada candidato, hacía que la discusión directa entre los contendientes fuera prácticamente nula”, escribió Lorenzo Córdova Vianello en su texto “Los Debates Presidenciales en México: Dos Paradigmas” (https://bit.ly/49RNjy5).
De 1994 al 2024 los formatos de los debates en México han cambiado muy poco y permanecen casi igual que en el año 2000. Por ello, es una total falacia decir que los debates presidenciales en México, “generan gran expectativa”, porque simplemente no han evolucionado y no son, para nada, verdaderos debates, que es lo que la sociedad mexicana espera.
Tristemente, a lo largo y ancho del territorio mexicano, tenemos una clase política que tampoco evoluciona y no le interesa evolucionar. La falta de cultura democrática en México se puede sentir en la apatía que se tiene por los debates presidenciales, los cuales salvo el de 1994 (por la novedad) no han vuelto a incidir en los resultados electorales y mucho menos a interesar a las y los votantes.
ESPRESSO COMPOL
Ojalá, Yanko Durán y su equipo estén planeando un formato atractivo para la ciudadanía y no para satisfacer caprichos políticos de las y los candidatos.