Astrid Arellano PROYECTO PUENTE
Una mano tosca sujeta suavemente el pincel. De bigote negro, playera deportiva y gorra, parece desencajar del resto de estudiantes de maquillaje, mientras que, sin prestar atención a las miradas que pudieran darse, con determinación, crea un arcoíris en los ojos de la modelo que tiene enfrente.
A través del teléfono, don Raúl Santiago García, de 60 años, se muestra expresivo y emocionado y, por sus palabras, se puede imaginar su rostro con la sonrisa amplia y los ojos bien abiertos contando su experiencia: Es el primer estudiante, hombre mayor, graduado de una clase de maquillaje en Caborca, Sonora.
Raúl es un conductor de tráiler que empezó a vender cosméticos como pasatiempo. Y ahora que aprendió a maquillar, está seguro de lo que sigue. “Vamos a decir que un mes voy a practicar y darle resultados a la maestra”, dice muy seguro desde su casa en Arizona, “me voy a bajar del tráiler para hacer esto”.
Don Raúl es seguidor del trabajo de Deysbel Olachea, maquillista profesional caborquense, desde hace unos dos años, tiempo en el que empezó a ver sus videos y fotos de maquillaje en Facebook. Al conocerla, su primer pensamiento fue que, si entraba a uno de sus cursos, iba a salir ganando, “porque iba a aprender y ganar dinero”, al tener algo más que ofrecer a sus clientas.
Don Raúl es también originario de Caborca, divorciado, padre de tres hijas y vive en Estados Unidos desde 1978. Allá empezó como comerciante y, desde hace unos diez años, inició con la venta de cosméticos, donde sus principales compradoras son las cajeras de los restaurantes, tiendas de ropa y librerías que hay en el camino, en cualquiera de los 48 estados que recorre en su tráiler.
“Si paso por un edificio, yo puedo asegurar que convenzo a las muchachas; yo tiro mi anzuelo y voy a pescar, a ver qué saco”, se ríe, “yo saludo y cuando voltean, les ‘viboreo’ las cejas, luego les digo que las tienen bonitas -aunque no las traigan así- y me dicen ‘ay pero no me la saqué’; les contesto que traigo unas cremitas… y con la plática, en cinco minutos, ya se llevaron un maquillaje”.
Deysbel Olachea narra que conocer en persona a don Raúl le resultó toda una sorpresa. Pensaba que era alguien más joven, pero desde que lo vio y platicaron en persona, quedó sumamente impresionada por su amabilidad y su capacidad para aprender.
“Fue algo muy gracioso porque el curso lo empezó el viernes, lo cité a cierta hora, llegó antes y entró… estábamos puras mujeres, todo estaba bien lleno y yo estaba ocupada maquillando; él se sienta en la sala, como que se sintió intimidado, luego prefirió salirse y mejor esperó a que me desocupara.
En la primera clase, no quería ni tocar a la modelo, porque se sentía muy brusco; con sus manos grandes, rasposas, no le daba confianza tocar el rostro de la modelo… pero a la tercera clase, se soltó muy bien, con mucha más confianza, he hablado con él y me ha dicho que ha estado practicando”.
Ella se encargó de explicarle toda la teoría sobre el rostro y su morfología, el uso de las tonalidades, las correcciones del rostro, las tendencias de maquillaje y otros tantos tópicos. “El último día nos trajo frutas, aguas y se ofreció a invitarnos pizzas para estar más tranquilas; traía su maletín de cosméticos, me los enseñó, me regaló algunas cosas y yo le dije cómo usar otras.
Para mí, fue muy impresionante cuando me contó su historia y no sabía por qué él quería aprender, cuáles eran sus intenciones, pero, conforme lo fui conociendo, me di cuenta de que, más bien, lo que quería eran más ventas y superarse”.
Don Raúl dejó a un lado el qué dirán, dijo Deysbel, y con su trabajó inspiró a otros. “Me llegaron muchos mensajes de personas del sexo masculino, me dicen que ya se siente más animados, que don Raúl les dio más fuerzas para animarse, que decían que no podían porque son hombres, que por su edad, que porque son casados… pero ahora dicen que sí el pudo, ellos también”.
Cansado de ver el trabajo de Olachea sólo en Facebook, tomó la determinación de conocerla al enterarse de su próximo curso intensivo. La llamó y aprovechó su fin de semana libre, del 17 al 19 de mayo, y se fue a Caborca, donde pasó tres días entre brochas, paletas de sombras y la compañía de un gran grupo de mujeres que lo acogió en su proceso de aprendizaje.
“Al principio fue muy difícil porque yo pensaba que iba a ‘rayar’ a todas las modelos, pero la maestra me dijo que hiciera lo que me decía y saldría adelante”, compartió a Proyecto Puente, “fue muy tenso el primer día… y el segundo, antes de empezar, la maestra me dio una terapia para que me soltara”.
Le agradó el sistema de la maestra, con el vínculo de confianza que le dio para poder desarrollar su potencial. “Se me hizo todo más fácil, me decía que, si me sentía bien, que lo hiciera y no me detuviera.
Y pues sí, me solté… al final de la clase ya me sentía como con un 80% de la mano más hábil, más rápida para difuminar el ‘make up’; estoy encantado y traté de aprovechar al máximo lo que me enseñó. Yo me puse en sus manos y así fue; ahorita ya voy a comprar mis primeras brochas profesionales”.
Si la semilla cayó en buen terreno, algo bueno va a crecer, aseguró Raúl, pues le gustaría seguir los pasos de Olachea y, ¿por qué no? A lo mejor un día ser su ayudante en su salón. “Me sorprendió el domingo, en el salón, ver mi diploma, las fotos y todo eso… se me quebraba la voz para hablar”, contó.
Desde que Olachea compartió las fotos donde Raúl aparece maquillando a las modelos y sujetando su diploma, los mensajes de apoyo y las llamadas han sido incontables. Con su apabullante éxito en las redes sociales, lo han buscado desde la planta Ford en Hermosillo y hasta de Colombia, para invitarlo a trabajar en temas de liderazgo.
“Pero no me queda muy claro”, dice, “eso sí, yo soy muy aventado, no le tengo miedo a los retos; yo me aviento al agua y ahí aprendo a nadar. Pero la maestra era mi transmisora y yo su receptor, así que no sé muy bien qué hacer”.
Sin embargo, de todos los mensajes que recibió, hubo uno en particular que se detuvo a contestar. “Recogí el mensaje de un caballero que dice que tiene mucho tiempo pensando en maquillar, ‘pero como soy hombre…’, me dice él.
Entonces yo le regresé el mensaje y le dije que se pusiera a trabajar, que se vive con la sociedad y no para ella; yo no tengo miedo de que me encasillen, yo no tengo prejuicios, yo respeto a las personas por lo que son y por su trabajo; si lo sabes hacer bien, sigue haciéndolo”
Publicado originalmente en www.proyectopuente.com.mx