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Construcción del mensaje en tiempos de la postverdad

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Rafael G. Vargas Pasaye

Seguramente quienes se dedican a la comunicación o en particular a la comunicación política han escuchado en alguna campaña política la frase: “El debate se gana en el postdebate”. Se refiere al hecho de que no importa necesariamente lo que haya pasado en un ejercicio de esta característica llamado debate sino en lo que se dijo después de él.

Quien tuvo la capacidad de inclinar la opinión pública a favor de su causa tiene más probabilidades de alzarse con la victoria (al menos moral) del debate, o sea habrá ganado el postdebate. Ya sea con mensajes clave en redes sociales, con la apreciación de opinadores en medios de comunicación o alguna otra acción.

Traigo a colación esto porque también a últimas fechas se ha hablado del término postverdad (incluso “Post-truth” en 2016 palabra del año por Oxford Dictionaries), y se refiere a lo que se debate pasado el tema, tomemos un ejemplo que no tiene que ver con la política (o eso parece): la narración de un juego de futbol. El comentarista con la magia de su voz e imaginación comparte lo maravilloso que jugó un equipo, exalta sus virtudes, subraya los pilares de su grandeza, contagia su poderío, y sin embargo ese equipo pierde.

Quien escucha la narración, aficionado o no del equipo que jugó maravillosamente pero no ganó, se quedará con esa idea en su cabeza al menos, y lo llevará a la tertulia con los amigos de trabajo, y puede ser que crea también que el equipo jugó muy bien, consuelo pues. Sucede cada que la selección mexicana de futbol pierde en una competencia importante, incluso acuñamos la frase: “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.

El mensaje en estas épocas compite con mucho ruido alrededor, su formación varía pues pasa por infinidad de filtros y etapas: información, construcción, deformación, inducción, reacción, reducción, repercusión. Y claro que también depende de los estados de ánimo del que escucha, ve, lee o se entera, y lo que le puede generar: adicción, repulsión, reflexión, indignación, resignación, interacción, valoración, entre muchos otros.

Sin embargo, es bueno recordar que la llamada postverdad es una nueva forma de nombrar algo que lleva años sucediendo. Elizabeth Noelle-Newman en su obra “La espiral del silencio” de 1977 ya nos hablaba de este fenómeno. También los experimentos de Salomón Asch, donde un individuo se deja influir por la mayoría hoy se han perfeccionado.

Pero vale la pena preguntarnos si las mayorías puedes estar mal, y es que con el acelerado paso de los llamados tiempos modernos, cabe la posibilidad de caer en el error de hacer legítimo algo ilegal. O de desaparecer a las minorías con un simple acto del “mayoriteo” (en términos de votación plenaria).

Ahora bien, sin duda el mensaje y la comunicación son importantes. Pero tanto en esta actividad como en otros tantas, es más importante la estrategia. Y en eso se deben enfocar quienes quieren ganar sus postdebates, o influir en la postverdad.

@rvargaspasaye

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