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CDMX, IVERMECTINA Y LA PSEUDOCIENCIA

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Comunicación para el Bienestar

La política electoral tiene esa maligna capacidad de extender sus tentáculos a sectores inimaginables que les garanticen el mínimo de legitimidad para el siguiente periodo electoral y, en las últimas décadas, han encontrado en el “quehacer científico” tierra fértil para soportar, no solo campañas electorales, sino políticas públicas deficientes o cuestionables.

En un mundo positivista-neoliberal, la razón se ha posicionado como la verdad infalible y los científicos como los poseedores de ella. No estamos menospreciando el papel de la ciencia ni su utilidad en el camino al bienestar, tal afirmación sería algo absurda siendo Comunicación para el Bienestar un generador de conocimiento práctico.

Lo que estamos diciendo y que además nos consta, es que la ciencia también trabaja en contra de la humanidad y que el mudo científico no está exento de luchas de poder y prácticas antiéticas, por lo que no es raro que se publiquen artículos o pseudoinvestigaciones para favorecer a una industria, un producto o un gobierno.

Pandemia por Covid-19 y políticas públicas, combinación delicada que exige la máxima de las eficiencias y el uso de recursos de manera ética y responsable. Ya de por si una emergencia sanitaria lleva implícito un sentido de alerta máxima porque en las decisiones que se tomen se habrá de jugar la vida de millones de personas.

Así, de esta magnitud fue el reto que significó para la administración de Claudia Sheinbaum, en el gobierno de la Ciudad de México (CDMX), tomar aquellas decisiones con las que se pudiera lidiar con la mortal enfermedad. Al tiempo, muchas de estas acciones emprendidas están siendo evaluadas de manera crítica no solo por opositores, sino por personajes ideológicamente afines pero que guardan sana distancia ante la controversia desatada.

Y es que suministrar Ivermectina como paliativo contra la COVID siempre fue cuestionado por institutos nacionales e internacionales. Hay que ser claros al señalar que nadie recomendaba tal suministro. Decisión grave la de los encargados de la salud de la CDMX el proporcionar el medicamento a pesar del riesgo que ello implicaba.  

Y en el fondo el derecho irrespetado de los enfermos a los cuales no se les dio la oportunidad de saber. Ciudadanos caídos en desgracia que, en la búsqueda de remedios ante una pandemia que tantas muertes está dejando, enfocaban sus esfuerzos en tratamientos con medicamentos que no sabían que no eran recomendados pero que les fueron proporcionados por el gobierno de la CDMX. Información que nunca tuvieron a la mano las miles de personas que tomaron el remedio.

Pacientes que fueron víctimas de la enfermedad y también de pseudocientíficos que los utilizaron para hacer falsa ciencia, sin controles, a modo y sin la opinión de pares que pudieran evaluar el rigor científico del estudio.

Análisis que buscaba probar la eficacia de la Ivermectina en el tratamiento de la Covid. Datos obtenidos, analizados e interpretados a capricho para comprobar una tesis dada por hecho de antemano. Conclusión establecida desde el inicio, que al cabo solo hacía falta una investigación para legitimarla. Proceso metodológico reducido a trámite burocrático firmado por un puñado de profesionales al servicio del gobierno de la CDMX.

Todo mal. La actividad científica puesta al servicio no del conocimiento y el bienestar, sino utilizada para legitimar decisiones de orden político y que al hacerlo, anulan el carácter intelectual del estudio referido.  

Es sumamente positivo que el pensamiento científico se incluya en los gabinetes para asesorar en el diseño, construcción y evaluación de la política pública, pero ¿qué pasa cuando el científico pasa al cargo público? Parecería un asunto menor, pero es una sutileza que trae consigo grandes diferencias. Apelar ciegamente a la buena fe de los científicos y su amor a la humanidad es una visión muy equivocada del mundo académico.

No pecamos de ingenuos, sabemos que los políticos necesitan asesoría de la gente de ciencia para comprender, tratar y comunicar temas en los que no son expertos, las deficiencias entre los gobiernos y los científicos están quedando manifiestas ante la pandemia.

Hay que entender que el método científico es manipulable, que la ciencia también es un negocio y los científicos no son la ciencia, son humanos corruptibles. Creer lo contrario y cegarnos ante la promesa de la verdad es un pensamiento peligroso que nos puede costar muy caro, que nos está costado vidas.

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