María Jesús Alonso Menéndez
El celebérrimo y sabio filósofo alemán Immanuel Kant dejó constancia incluso en su obra de que «el hombre no está en posesión de la sabiduría. Sólo puede tender a ella y profesarle su amor, lo que ya es bastante meritorio». Con esta frase, prueba algo básico en el ser humano: la necesidad de conocer sus propias limitaciones con humildad, pero, sin embargo, tender a superarse siempre. Ése es su propósito, ese es el objetivo, o uno de los objetivos principales de la vida.
El final del año siempre es una época de reflexión y de repaso o evaluación del tiempo pasado. Más allá del consumismo brillante y desaforado del Black Friday y las ofertas navideñas, vemos que el tiempo pasa muy rápido, que otro año se acerca y tenemos que «ajustar cuentas» con nosotros mismos. No precisamente en términos de coste – beneficio, sino en términos constructivos, de qué es lo que hemos conseguido, cómo podemos ir mejorando en nuestro camino de vida para ser más felices.
Hace años conocí gracias a una amiga psicóloga el trabajo encomiable del psiquiatra francés Christophe André, quien cuenta con una obra extensa dirigida al gran público que trata sobre temas como los miedos, las fobias, la autoestima o la felicidad, entre otros. Es una de las principales figuras en terapia comportamental y cognitiva además de ser un pionero en introducir la meditación en el ámbito de la psicoterapia.
Uno de sus libros, Prácticas de autoestima, fue una de esas lecturas clave que te cambian la perspectiva sobre ti mismo y sobre los demás, que te hace replantearte tu camino vital y al que acudes como a un buen consejero en momentos de duda. Más allá de estar demasiado preocupados por nosotros mismos – algo de narcisismo que esta sociedad de la imagen y el consumo favorece para aumentar beneficios económicos- en muchas ocasiones no sabemos relacionarnos con lo que somos, no sabemos aceptarnos tal cual somos – con defectos y virtudes también- no sabemos apreciar y agradecer lo que tenemos y eso es una fuente enorme de angustia e infelicidad especialmente cuando las circunstancias en la vida no son tan equilibradas o propicias.
Ahí tenemos que echarle ingenio y sacar nuestros recursos interiores para capear el temporal, pero si no nos conocemos bien solamente dudaremos de nosotros mismos, no actuaremos y nos bloquearemos en un bucle sin fin de angustia, estrés y depresión, entre otros trastornos posibles como los alimentarios.
André critica duramente esa tan norteamericana «ética del ganador» que hace ver «retos» en todo y según la cual uno sólo vale por lo que consigue. Claro que queremos hacer cosas y hacerlas bien, pero eso no quiere decir que tengamos que ser unos obsesivos de la perfección, porque enfermaremos. Tampoco quiere decir que no tengamos ambición y nos abandonemos a la indolencia y la inacción.
Somos más, mucho más que un trabajo, una cuenta bancaria o un simple cúmulo de experiencias (positivas o negativas, da igual). Somos una obra en construcción y lo mejor que podemos hacer, como bien dice Kant, es continuar construyendo el camino mientras nos vamos conociendo mejor para que el acabado sea el que más se parezca al ideal que tenemos, con sus limitaciones.
Quizá ese pueda ser un buen propósito para el Año Nuevo.