MiriAle Cisneros
La elección del nuevo papa es uno de los eventos más importantes del mundo, porque no solo se elige al nuevo jefe de Estado del Vaticano, sino también, al líder supremo espiritual con mayor peso en el planeta.
La religión católica sigue siendo la religión más extendida, a pesar de que en recientes estimaciones, el islam ocupa el primer lugar con mayor número de seguidores, 1,900 millones de musulmanes y el catolicismo con 1,406 millones de fieles en el mundo.
Este cambio se debe a la caída de la natalidad en los países occidentales, a los casos de corrupción, a la malversación de fondos, al machismo institucional y a los hechos de pederastia que han generado sentimientos de traición, apatía, pérdida de confianza, indignación y cuestionamiento hacia la iglesia.
Además, a diferencia del catolicismo, en el islam no existe un líder central que represente a todas y a todos los musulmanes, porque existe una relación más directa y sin intermediarios con Allah (Dios), y los líderes religiosos y académicos se eligen sólo a nivel comunitario y regional.
Por este motivo, la votación del papa continúa siendo un hecho trascendental en el siglo XXI, que atrae la atención mediática de miles de espectadores, tanto por su secretismo, misticismo, espiritualidad como por la política.
Aunado a eso, la iglesia católica sigue siendo uno de los principales centros de poder con mayor peso en la política internacional, ya que el Vaticano como un Estado – Nación tiene relaciones diplomáticas con muchos países y con organizaciones internacionales y empresas transnacionales.
No sólo eso, también es un actor muy influyente en la geopolítica, porque aunque no posee un poder militar o económico a nivel global, hay que recordar que el Vaticano es un paraíso fiscal que opera con “soft power”, un poder blando que es capaz de persuadir e influir a través de la cultura, valores, diplomacia, de la religión y de la autoridad moral.
Y muchas veces, el “soft power” tiene más alcance y mayor trascendencia que el “hard power” que es todo lo económico y militar, debido a su doctrina moral y social respecto al amor, a la empatía, a la solidaridad, al perdón, e inclusive al miedo que puede llegar más alto y más lejos, permitiendo moldear las opiniones, las perspectivas e idiosincrasias de una mayor población.
Quién controla la conciencia, el comportamiento, los valores y las creencias de las personas, controla al mundo, porque un ser humano adoctrinado es más fácil de manipular, de quitarles su poder, su juicio y su libertad, de justificar acciones inmorales e inaceptables, y es más difícil de que cuestionen las ideas y/o a las figuras de autoridad.
Ser fieles de una religión, es tener una lealtad ciega que nos nubla el razonamiento, y allí, es donde el islam, el cristianismo / catolicismo, el judaísmo, el hinduismo, el budismo, entre muchas más, encuentran el capital fértil para un negocio redondo.
Porque déjenme decirles una cosa, la iglesia católica es una de las instituciones políticas con mejor marketing del mundo, un misionero no solo difunde el mensaje de Dios, también promociona una visión del mundo y persuade de los beneficios de la fe para atraer más adeptos. Una “bonita acción” que deja llena las arcas del Banco del Vaticano.
Y por si no lo sabías, con los vastos recursos de la iglesia católica, se podría terminar con el hambre del planeta, sin embargo, El Vaticano funciona más como un país que como una iglesia, ya que si nos remontamos al origen, la iglesia debería ser pobre para los pobres, pero muchos cardenales y/o sacerdotes no estarían dispuestos a abandonar sus opulentos estilos de vida.
Un ejemplo tácito, que tenemos en nuestro país, es el Cardenal Norberto Rivera que se compró dos departamentos lujosos en la torre Mítikah de la Ciudad de México con un valor total de $20 millones de pesos, dinero proveniente de los diezmos, ceremonias religiosas, entre otras más.
Y regresando al tema, ¿por qué les digo que el Vaticano funciona más como país que como una iglesia? Para empezar, al principio, les había dicho que es un paraíso fiscal, donde no se pagan impuestos, y donde se comprobó que muchos criminales tenían sus cuentas bancarias y lavaban dinero en el Banco del Vaticano,
A parte, el Banco del Vaticano invierte el dinero en bonos, acciones, bienes raíces, en oro y divisas, en fondos de inversión, entre otras, y poseen propiedades en Italia, Londres, Francia y Suiza destinados a residencias, terrenos agrícolas, comercios y tiendas de lujo.
Así que el cardenal que elijan como papa, fungirá como líder espiritual de los católicos, CEO de la iglesia católica, y Jefe de Estado y de Gobierno de El Vaticano.
Por ello, el conclave es una de las elecciones más interesantes para analizar, no son los cardenales que votan por un sucesor a ocupar la Santa Sede, es la política que se hace previo al conclave, son las alianzas estratégicas que no salen a la luz, los favores que se dan por “debajo del agua” y los intereses personales, políticos y económicos de los cardenales los que definirán el próximo papa.
En la guerra, en el amor y en la política todo se vale, y en la elección de nuevo sumo pontífice no es la excepción, y este proceso electoral, no es un mecanismo de democracia indirecta, es un proceso único con representación limitada y jerárquica donde se juega el conservadurismo y la modernidad.
Y cualquier persona que salga elegida, tendrá que hacer frente a los desafíos del mundo actual, la polarización de la sociedad, la pérdida de fe y el auge de la inteligencia artificial.