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Francisco, el gran comunicador

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Luis Rubén Maldonado ALvídrez

El Papa Francisco ha dejado un legado muy importante en un rubro del que poco se está hablando: la comunicación política desde la más alta jerarquía católica. ¿Logró el Papa argentino recuperar el valor de la palabra para recuperar la política?  Especialmente en este mundo digital, en el cual las palabras son ignoradas por completo: importa la imagen.

Supo encuadrar muy bien su mensaje principal y su público objetivo con un hecho muy simple: escoger su nombre como mandamás católico absoluto. Se decantó por Francisco (en abierta referencia a San Francisco de Asís) lo que comunicó de inmediato que su estilo sería austero y su público objetivo los más pobres.

Así, el Papa Argentino hizo cambios sustanciales en la comunicación política desde su primer día de pontificado. Desde las épocas del primer Papa global, como lo fue Juan Pablo II, la comunicación política desde la más alta jerarquía católica, no habíamos vivido cambios tan radicales en la forma de comunicar de un Papa.

Y nunca fue una pose (como suelen ser las de la mayoría de las personas políticas). Se le vio viajar en aerolíneas comerciales, traer su propia maleta, optaba por vehículos sencillos para su transportación, eligió vivir en la famosa Casa Santa Marta y nunca dejó de tomar mate.

Fue congruente: sus palabras se reflejaban en sus hechos. Además, apostó por la cercanía, no sólo física con la gente, estuvo cerca de los problemas, de esos que son tabú, los problemas que se empolvan en el cajón del olvido. Y no sólo eso, nos obsequió imágenes históricas: lavando pies a presos, migrantes y mujeres en reclusión apenas el año pasado. Además, su constante fue salirse siempre del protocolo, lo que también nos obsequió poderosos mensajes visuales.

Fue un abierto promotor de la cercanía digital de la Iglesia Católica y del Estado Vaticano. Como olvidar su célebre frase, “no tengan miedo de hacerse ciudadanos del mundo digital”, la cual dirigió a todos los integrantes del clero, a las monjas y a toda persona involucrada en la Iglesia Católica, pues, era la manera de estar comunicación directa con la gente. Si lo estaban haciendo políticos, mandatarias, ¿por qué la Iglesia no?

Destacó siempre su preocupación por la comunicación y quienes se dedican a ella. En un texto de Paula Walker (https://bit.ly/434IH7y),  profesora Magíster Políticas Públicas de la Universidad de Chile, rescata algunos aspectos de la entrevista que le dio, en 2019, al periodista y guionista español, Jordi Évole, en la que mencionó “los cuatro pecados” del periodismo y la comunicación.

Según el texto de Walker, el Papa Francisco los describió como “cuatro actitudes que los amenazan continuamente y de las cuales tienen que defenderse”.

Explicó, en tiempos previos a la pandemia de COVID19, que el primer pecado era la desinformación, ya que existen medios que daban las noticias pero “la mitad nomás, la otra mitad no la doy”. Razonando como este pecado iba en contra “del derecho que tiene uno de estar informado”.

El segundo pecado: la calumnia.  Decía el Papa Francisco, “hay medios de comunicación que calumnian sin ningún problema” haciendo referencia a las publicaciones que se realizan sin verificar si el origen de la información es fiable.

El tercer pecado: la difamación. A la que calificó como “que es más sutil todavía. Porque toda persona tiene derecho a la reputación”. Y agregaba que si, “hace 20 años, pegaste un resbalón en la vida, pagaste la cuenta, pagaste la pena. Sos ahora una persona libre y sin mancha. No te pueden sacar por los medios de comunicación una historia que está superada y bien pagada y resarcida”, dijo de manera enfática en la citada entrevista.

Culminó con el cuarto pecado: el amor a la “coprofilia” (atracción fetichista por los excrementos). “Hay un periodismo que ama la cosa sucia, el amor a los escándalos. Hay medios que viven de publicitar escándalos, sean o no verdaderos”.

Y concluyó diciendo que si los profesionales de la comunicación evtian estos cuatro pecados, “la comunicación sería algo maravilloso. Un comunicador que esté siempre examinando de no caer en esos cuatro defectos, es una flor de comunicador”.

En pleno siglo XXI y en el auge absoluto de las redes sociales, las palabras se han devaluado mucho, pero Francisco intentó recuperar su valor, al menos desde su púlpito como jerarca católico y Jefe del Estado Vaticano.

Un último esfuerzo lo hizo apenas en enero de este año en la 59 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

“En nuestro tiempo, marcado por la desinformación y la polarización, donde pocos centros de poder controlan un volumen de datos e informaciones sin precedentes, me dirijo a ustedes convencido de cuán necesario —hoy más que nunca— sea su trabajo como periodistas y comunicadores. Su valiente compromiso es indispensable para poner en el centro de la comunicación la responsabilidad personal y colectiva hacia el prójimo”.

Posteriormente mencionó un concepto, el cual ha repetido mucho y quedaba perfecto para la ocasión: ‘desarmar’ la comunicación. Y se refería a purificarla de la agresividad. Y subrayaba que, la contraposición que reina en los medios de comunicación y las redes sociales nos obliga a identificar un “enemigo” contra el cual lanzarse verbalmente sea indispensable para autoafirmarse. “Y cuando el otro se convierte en “enemigo”, cuando su rostro y su dignidad se oscurecen para humillarlo y burlarse de él, también se pierde la posibilidad de generar esperanza”.

Y compartió, al estilo de Martin Luther King, sus sueños: “por eso, sueño con una comunicación que sepa hacernos compañeros de camino de tantos hermanos y hermanas nuestros, para reavivar en ellos la esperanza en un tiempo tan atribulado. Una comunicación que sea capaz de hablar al corazón, no de suscitar reacciones pasionales de aislamiento y de rabia, sino actitudes de apertura y amistad; capaz de apostar por la belleza y la esperanza aun en las situaciones aparentemente más desesperadas; capaz de generar compromiso, empatía, interés por los demás”.

Hizo una invitación: “lo que logra el buen comunicador es que quien escucha, lee o mira pueda participar, pueda sentirse incluido, pueda encontrar la mejor parte de sí mismo y entrar con estas actitudes en las historias narradas. Comunicar de esa manera ayuda a convertirse en “peregrinos de esperanza”, como dice el lema del Jubileo”, dijo sólo hace unos meses Francisco.

Fue un Papa preocupado por la comunicación, por el poderoso impacto de una herramienta que hoy invade nuestra intimidad de manera inédita en la historia de la humanidad. Fue un Papa preocupado por las y los comunicadores del mundo y me sorprende que los y las comunicadoras no estén hablando de ello en la radio, la TV o las redes sociales.

Jorge Mario Bergoglio, fue un Papa que transformó la comunicación política papal hacia una más cercana y eficaz, cosa que quisieran hacer, con esa efectividad, muchos gobernantes. Francisco lo hizo y por eso, el mundo no católico, también lamenta su pérdida y es un legado que no podemos dejar que pase desapercibido.

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