Redacción Sentido Común
Desde pequeños, los seres humanos desarrollamos la capacidad de identificar emociones en los rostros de los demás, pero este proceso no es instantáneo. Un estudio realizado por Paola Vanessa Olguín Rodríguez, del Centro de Investigación en Ciencias de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, en colaboración con Julieta R. Loyo y Sara E. Espinosa, del Instituto de Neurociencias de la Universidad de Guadalajara, exploró cómo los niños de distintas edades procesan las emociones faciales y cómo esta habilidad mejora con el tiempo.
El equipo analizó la respuesta de 64 niños de 6, 8 y 10 años al observar rostros con diferentes expresiones, registrando su actividad cerebral con electroencefalogramas. Los resultados mostraron que los más pequeños tenían más dificultades para reconocer emociones como tristeza o enojo, mientras que los mayores lo hacían con mayor precisión. Esto refuerza la idea de que el reconocimiento emocional es un proceso ligado a la maduración cerebral y la experiencia.
Este tipo de investigaciones no solo ayuda a entender mejor el desarrollo infantil, sino que también puede ser útil para psicólogos, educadores y especialistas en neurociencias. Además, invita a reflexionar sobre la importancia de un entorno que fomenta el aprendizaje emocional en los niños, considerando que su capacidad para interpretar expresiones aún está en formación en los primeros años de vida.