Mario Campos
La campaña de López Obrador avanza sobre tres carriles. En el primero, mantiene el discurso que le hemos escuchado durante años: condena a la «mafia del poder», afirma que Carlos Salinas está detrás de sus adversarios y reitera que con su eventual llegada al gobierno, México va a ser un país distinto.
En el segundo, busca colocar dos idea: que su triunfo es inevitable y que no es un peligro para nadie. En ese sentido se inscriben los tuits sobre supuestas encuestas que lo colocan arriba y sobre todo los recientes videos que lo muestran liberando tortugas, cortándose el pelo, cantando las mañanitas o contemplando al mar mientras cuenta chistes, todo para construir la imagen de un hombre pacífico y familiar que no inspira temor.
Y finalmente en el tercero, AMLO opera para demostrar con acciones que no deben temerle los actores de poder pues todos caben en su proyecto. Bajo esa lógica se entienden incorporaciones como las de Esteban Moctezuma o Lilly Téllez, puentes con Ricardo Salinas; la visibilidad de Miguel Torruco, consuegro de Carlos Slim; la presencia en su consejo de seguridad de Marcos Fastlicht Sackle, suegro de Emilio Azcárraga; o las recientes defensas de cercanos – como Ricardo Monreal u Olga Sánchez Cordero – de una figura clave del priismo como Manlio Fabio Beltrones.
AMLO está demostrando que va a hacer lo que haga falta para tratar de ganar. Si para eso hay que aceptar a Gabriela Cuevas – que produjo spots contra él – lo va a hacer con tal de ganar terreno en Miguel Hidalgo; si tiene que postular a expanistas como Fadlala Akabani en la Benito Juárez lo hará; si eso implica aliarse con el PES o impulsar como candidato a gobernador a Cuauhtémoc Blanco, no hay problema.
AMLO está en la lógica de ganar votos y perder vetos con la tranquilidad de que sus seguidores le perdonan todas las contradicciones en las que pueda incurrir pues los más fieles solo tienen ojos para el primer y el segundo carril y un montón de justificaciones para el tercero.
La pregunta será entonces si estos nuevos fichajes, con todos sus justificados cuestionamientos, le pasarán factura con los indecisos, esos a los que les quiere vender la imagen del hombre cálido y risueño pero que también tienen ojos para ver a sus nuevos – y por decir lo menos, extraños – compañeros de viaje.