Vanessa Rubio Márquez
Hace poco más de un año el Presidente Enrique Peña Nieto me nombró Subsecretaria -Viceministra- de Hacienda y Crédito Público, siendo la primera mujer en desempeñar este encargo en la historia de México; una distinción que sin duda me honra.
Asumí esta asignatura en un momento complejo, caracterizado por varios choques externos que puedo resumir en lo siguiente: volatilidad financiera derivada del Brexit; un crecimiento económico global menor al esperado (en 2016 el PIB mundial creció 3,2%, cuando las expectativas eran de 3,6% y en la región latinoamericana se decreció -1,5% cuando la expectativa era de un crecimiento de 0,8%). Por otro lado, la producción industrial en Estados Unidos -principal destino de las exportaciones mexicanas- también experimentó un descenso de -1,2% en 2016. Adicionalmente, los precios del petróleo presentaron significativos retrocesos que impactaron nuestras finanzas públicas: mientras que en junio de 2014 el valor de la mezcla mexicana de exportación alcanzó un máximo de 102,41 dólares por barril, para enero del 2016 su precio cayó a 18,9 dólares por barril. Sumado a esto, en el mundo en general y en México en particular, se han venido experimentando episodios de marcada incertidumbre que comenzaron con el proceso electoral en nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, y que han venido continuando respecto de las políticas a instrumentarse en ese país.
A pesar de este entorno global complicado, la economía mexicana ha mostrado claros signos de resiliencia. En el segundo trimestre de 2017, el PIB de México registró un crecimiento anual desestacionalizado de 3,2%. Para el tercer trimestre de este año, el crecimiento real anual desestacionalizado se situó en 1,7%. Esta cifra refleja un impacto temporal de los desastres naturales enfrentados por México en los últimos meses; en particular, huracanes y los dos sismos de septiembre que causaron pérdidas humanas y afectaciones en nueve entidades federativas, incluida la producción de petróleo. La robusta arquitectura financiera con la que cuenta México para la reconstrucción tras este tipo de fenómenos ya se está trasladando hacia las obras de reactivación económica y de construcción y reconstrucción de viviendas y escuelas, entre otros, por lo que se espera que los efectos de los fenómenos naturales sobre la economía se desvanezcan en los próximos meses.
También destaca la histórica creación de empleos como señal de la fortaleza y dinamismo de la economía mexicana. En los primeros nueve meses de 2017 se han creado cerca de 813 mil empleos, la cifra más alta para un periodo similar desde que se tiene registro. En total, durante la actual administración -cinco años de seis- se han creado más de 3,1 millones de empleos, equivalentes a la mitad de todos los empleos creados durante este siglo, y una cifra mayor al total de empleos generados en cualquier administración desde que se tiene registro.
Esta notable creación de trabajos, impulsada por la instrumentación de 11 reformas estructurales, se ha visto favorecida por un marco macroeconómico estable, caracterizado por finanzas públicas sanas y expectativas de inflación bien ancladas. Por ejemplo, gracias a la reforma fiscal, la economía mexicana depende hoy día mucho menos de los ingresos petroleros, que han pasado a representar de 39,4% de la recaudación total en 2012 a 16,3% en 2016. Además, entre diciembre de 2013 y agosto de 2017 se han sumado 21 millones de nuevos contribuyentes. Adicionalmente, como se comprometió hace varios años, nuestra deuda como razón del PIB comienza a reducirse (50,1% en 2016 y 48% en 2017). Incluso, en 2017 alcanzaremos un superávit primario en las finanzas públicas (de alrededor de 1,4% del PIB), siendo el primero desde 2008.
Citando estas fortalezas de la economía mexicana, entre julio y octubre cuatro agencias calificadoras han mejorado la perspectiva de deuda de largo plazo de México de negativa a estable: Standard & Poor’s, Fitch Ratings, HR Ratings y NICE Ratings.
A pesar de estas buenas noticias que muestran fortaleza y resistencia, en el mundo seguimos viviendo cambios geopolíticos que generan incertidumbre y en el caso específico de México hay dos temas centrales en la agenda actual: la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el inicio del proceso electoral que culminará el próximo año con las elecciones de julio.
México participa en el proceso de renegociación del TLCAN en búsqueda de propuestas constructivas que permitan modernizar este instrumento comercial para hacer de Norteamérica la región más prospera y competitiva. A 23 años de la firma de este tratado, América del Norte concentra el 12% del comercio mundial, el 28% del PIB mundial y el 26% de los flujos globales de inversión extranjera directa, por lo cual la renegociación del TLCAN representa una oportunidad para actualizar y ampliar los espacios de convergencia entre Canadá, Estados Unidos y México.
En cuanto al proceso electoral, en 2018 se elegirá a un nuevo Presidente de la República, gobernadores o Jefe de Gobierno en nueve entidades, y 3.216 cargos a nivel local. México es un país de instituciones, que ha tenido ya dos transiciones democráticas en este siglo y que además cuenta con autoridades electorales fuertes. Es un país que ha sabido construir consensos, dentro de una sana división y equilibrio de poderes, para sacar adelante reformas que están logrando transformar sectores clave de la economía, hacer efectivos los derechos de los ciudadanos y maximizar el potencial del país. Por lo tanto, no obstante los retos, durante lo que resta de 2017 y para 2018 esperamos estar ante un México que continúe en movimiento, creciendo, generando empleos, siendo más productivo y competitivo, y que consolide los buenos resultados de las reformas, en beneficio de todos.
Publicado en Blogs de El País.