Redacción Sentido Común
El doctor en psicología Matthew A. Killingsworth ha desafiado la afirmación popular de
que “el dinero no da la felicidad”.
En su estudio reciente, titulado Money and Happiness: Extended Evidence Against Satiation, sugiere que existe una clara relación positiva entre el dinero y la felicidad, y que a medida que aumenta la riqueza, también lo hace la felicidad.
Killingsworth estudió a más de 33.000 estadounidenses y también incluyó en su análisis a 2.200 ultrarricos.
Los resultados indican que no solo las personas con ingresos altos son más felices, sino que la brecha de felicidad entre los ultrarricos y quienes tienen ingresos moderados es notablemente grande.
El estudio contradice la idea de una “meseta de la felicidad”, la cual sugiere que, después de alcanzar un nivel modesto de ingresos, la felicidad no aumenta significativamente con más dinero.
Según datos previos de la Universidad Purdue, ese tope se alcanza con ingresos alrededor de los 75.000 dólares anuales.
Sin embargo, Killingsworth descubrió que no solo la felicidad sigue aumentando con ingresos más altos, sino que la diferencia en niveles de felicidad es mayor entre los ultrarricos y las personas de ingresos medios que entre estos últimos y aquellos de ingresos bajos.
El investigador subraya que el dinero no solo influye en la capacidad de comprar más cosas, sino que ofrece algo más fundamental: una mayor sensación de control sobre la vida.