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Si no es una Coca Cola

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Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Servirse un vaso de refresco de cola es en la actualidad un hecho cotidiano sin mayor trascendencia, pero, en 1886, fue un todo un acontecimiento. John Pemberton, un farmacéutico de la ciudad de Atlanta estaba buscando una cura para el dolor de cabeza, y tras experimentar con varios ingredientes, creó un jarabe que contenía extractos de hojas de coca y nueces de cola, al cual le agregó agua cabonatada y así nació la famosa Coca-Cola.

El éxito no llegó de la nada; fue un proceso que llevó su tiempo y que convirtió al refresco, de vender nueve vasos al día por cinco centavos a estar en el mercado de más de 200 países y ser la bebida más conocida del mundo.

La mercadotecnia ha sido fundamental para dicha marca de su gestación, de ahí que el color rojo esté tan arraigado con el popular refresco: fue elegido pore star vinculado con la Navidad, la felicidad, amor, persuasión, además de que influye en la función cerebral más que cualquier otro color y servía para diferenciarse, en los despachos de aduanas, de las bebidas alcohólicas.

Los ingredientes de la Coca Cola clásica (según la propia marca) son: Agua carbonatada, azúcar, color caramelo, acidulante (ácido fosfórico), saborizantes naturales (extractos vegetales), cafeína.

Así, si la guerra que libran muchas organizaciones de padres de familia, médicas y otras, contra la Coca Cola y bebidas carbonatadas, dinamitara la reputación de la famosa bebida en mención y se tuvieran que tomar medidas drásticas para reinventarla como cambiar su logotipo, nombre, etiqueta, cromática entre otros, sin duda se haría de la mano de expertos de la mercadotecnia. Sin embargo, ese cambio sería nada más estético, es decir, se está pensando en un cambio de forma, no de fondo; dado que no se está proponiendo cambiar la fórmula o ingredientes del refresco.

Un símil sería el caso del Partido Revolucionario Institucional.

Nacido en 1929 como Partido Nacional Revolucionario, cambió de nombre en 1938 a Partido de la Revolución Mexicana y en 1946 al nombre que hoy todos conocemos. En pleno 2024 el otrora partido de Estado está en su peor crisis, tanto que la dirigencia nacional priista ha planteado la posibilidad de cambiar siglas, color y nombre.

En efecto, hay un problema de marca. El PRI se despreocupó por trabajar su marca y cuando comenzó a hacerlo (después del año 2000) era demasiado tarde. No existe partido político mexicano que tenga anclados tantos negativos como el PRI.

Si la dirigencia nacional priista piensa que un cambio estético es la solución, están más desconectados de la realidad de lo imaginado.

El problema del PRI no se soluciona con maquillaje o una estrategia de mercadotecnia política; el problema es de fondo.

De nada sirve que cambien de nombre, consigan voceros de gran influencia, tengan colores nuevos, si el problema está los ingredientes: esos personajes que han envenenado la esencia de ese partido.

Hay militancia buena, comprometida que ha sido dejada de lado desde hace mucho: las dirigencias del PRI se han alejado cada vez más de su militancia desde el 2000, incluso esa cercanía con la militancia nunca regresó, ni en los tiempos de Peña Nieto.

Así que, como la Coca Cola, el PRI es una marca añeja que tiene muchos más negativos asociados que atributos, pero el problema esencial, no está en lo estético solamente; el problema es de fondo y si no trabajan en reinventarse desde adentro, el cambio de nombre no servirá de nada.

Las cúpulas priistas no entienden, lo que la militancia sí: hacer el cambio desde adentro, pues el PRI no es como una Coca Cola, a la que sólo se le puede cambiar de etiqueta.

ESPRESSO COMPOL

Hay que pensar, además de la coyuntura política que advierte la transformación del ecosistema político, en la transformación del ecosistema mediático, el cual impactará en la comunicación política.

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