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María Esther González Aguilar

Transcurrieron 113 días para que el Presidente, recibiera “una sopa de su propio chocolate”, escuché decir a un desilusionado seguidor y hasta hace poco defensor a ultranza del mandatario mexicano. El incidente del pasado sábado en un evento deportivo, en donde de fondo se escuchó fuerte abucheo en su contra y la consigna de ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera! cuando presentaron y luego hizo uso de la palabra Andrés Manuel López Obrador, es el primero desde que asumió el cargo. El hecho da lugar a una reflexión sobre lo que representa un gobernante en tiempos de la 4T.

Desde la época del mal llamado *cambio* con Vicente Fox Quezada, la figura presidencial sufrió un embate por la forma de conducirse del controversial presidente; sus actos, las decisiones, la forma de conducirse y expresarse, fueron algunos de los factores que *minaron* y provocó que se perdiera el respeto a la que hasta entonces era una figura intocable, es decir, a partir de ese momento –que no deja de ser histórico- la figura presidencial perdió ese halo poderoso que representaba para los mexicanos el Presidente de la República. Algo similar –a menor escala- ocurría en los estados, los gobernadores eran figuras altamente respetadas. Pocos, muy pocos se atrevían a lanzar insultos, menos abuchear.

El que se haya presentado el incidente, en contra de AMLO y la expresión de “una sopa de su propio chocolate” tiene que ver con el señalamiento supuestamente orquestado desde las huestes Morenistas o el equipo de logística presidencial que en su protocolo –filtrado- deberían de conducirse en contra de diferentes Gobernadores durante las giras presidenciales. Cierto o falso, a raíz de que se hizo público, ya no se presentan. Condenable es, siga con su “mafia del poder” “los fifís” y otras expresiones para quien no está de acuerdo; habrá que recordarle que es el Presidente de todos los mexicanos no solo de sus seguidores.

Al margen de estar o no de acuerdo, los mandatarios tanto federal como estatal deben ser respetados en su investidura porque guste o no, son los que legal y constitucionalmente ostentan el cargo, aun cuando no todos gocen de legitimidad social, no cumplan lo que prometieron o sus resultados no son lo esperado. En todo caso los señalamientos tienen que tener un sentido de reclamo o exigencia, pero nunca, un insulto o falta de respeto.

No es cuestionable la gran popularidad y aceptación que goza AMLO, paralelamente son algunos de sus aliados o decisiones y declaraciones -siempre justificadas por el cambio verdadero y de hacer las cosas de manera distinta- lo que han provocado que cada vez sean más mexicanos, muchos de ellos fervientes seguidores lopezobradoristas, que expresan desilusión por la 4T. El porcentaje de inconformes no es todavía significativo, la pregunta es: el incidente ¿es el inicio o todo quedará para el anecdotario de la política mexicana? ¡Es cuanto!

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