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AMLO Y EL LENGUAJE DE LA TIRANÍA

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Luis Rubén Maldonado Alvídrez

Cuando tienes que hacer uso de una serie de actores políticos para aclarar una situación es porque algo anda mal. Tal es el caso con la renuncia de Carlos Urzúa, quien a inicios de semana todavía despachaba en la Secretaría de Hacienda que vino a ocasionar una gran crisis al gobierno de López Obrador, la cual ha querido esconder con una cascada de descalificaciones a quien antes alababan todos los sumisos servidores de la cuarta transformación.

La verdad dan risa. Ni Televisa en sus mejores tiempos con la batuta de Jorge Oritz de Pinedo, produjo tan cómico espectáculo como el del actual gobierno federal, cuyo título sugerido sería “yo tengo otros datos para tapar el sol con un dedo”. Más allá del prejidente, tiene varios protagonistas, entre ellos a la impresentable presidenta nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky quien dijo sobre la renuncia de Urzúa: “Y luego siempre hay, ya saben, los que quieren obstaculizar todo, que andan ahí tratando de meter el pie, pero, la verdad, son los menos, y el presidente tiene una contundencia y una fuerza que a salir adelante con todo”.

Otra impresentable del círculo cercano del prejidente es Tatiana Clouthier, dijo de la renuncia: «Lo que no se vale es que cuando dejas un comentario de esta naturaleza a la imaginación cada quien se imagina lo que quiere, y al imaginarse cada quien lo que quiere estamos creando un cantidad de fantasías o creando escenarios, o magnificando o minimizando las circunstancias; un puesto de esa envergadura obliga a una corresponsabilidad por el bien de México y no sólo aventar la piedra y esconder la mano».

López Obrador dijo al respecto que “las transformaciones a veces no se entienden y no se pueden seguir con las mismas estrategias. A veces hay incomprensión o dudas al interior del mismo gobierno pero tenemos que actuar con decisión y aplomo por eso acepto la renuncia de Carlos a quien agradezco por su colaboración y apoyo”.

Los tres con diferentes estilos, barrieron con Carlos Urzúa y le destrozaron su reputación, la cual alabaron cuando fue incluido en el gabinete, lo que envía varios mensajes más que evidentes que ni el más abyecto, sumiso y lambiscón integrante de la chairiza, puede esconder: el lenguaje de la tiranía sale a flote, en perfecta imitación del superior, por parte de sus abyectos subordinados.

El dictador populista, según lo ha estudiado y escrito la experta en comunicación y catedrática de la Universidad de Buenos Aires, Adriana Amado, destaca en su libro “Política Pop” que no concibe a la comunicación como una conversación sino como una imposición en la que el diálogo no existe.

Y es que el diálogo no le conviene porque no le gusta que le señalen sus errores porque él es caudillo, mensaje y alma; es decir, él es el centro de todo, el eje absoluto y por supuesto, no puede equivocarse.

Lo único que le importa es legitimar su causa y el mensaje de ésta; es una lucha contra el pasado maldito en la que debe vencer el bien presente siempre en voz del pueblo, al que se le confieren poderes de los cuales él es representante y quien los ejecuta.

López Obrador, en su estilo de predicador moralizador de la sociedad, da lecciones de libertad cuando él vive preso de su imagen y esclavo de su popularidad y no hay Urzúa que lo pueda debilitar.

Sus críticos están mal, siempre. Quienes abandonan el barco de su gobierno, son satanizados.

Toda la fuerza del estado para no evidenciar las crisis, que en este caso ha generado Urzúa.

Y los legisladores de Morena, en todo el país, brillan por su silencio.

Cobardes.

luisruben@plandevuelo.mx

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