Dr. Carlos Díaz Ábrego
Derivado de un trámite que realice hace un par de semanas en la Dirección de Tránsito del Municipio de León, respecto a la licencia de conducir de mi menor hija, quedé gratamente sorprendido por la atención y calidad en el servicio por parte del personal que labora en dicha dependencia, concretamente en el departamento de expedición de licencias.
Encontré a funcionarios municipales atentos, amables y sobre todo ágiles en lo que respecta a la expedición de licencias de conducir. En menos de una hora, el solicitante es atendido y si cumple con los trámites correspondientes, sale con su documento en la mano, ya sea renovación o trámite de primera ves.
Durante mi estancia en dicha oficina, pensé, que otro servicio exitoso brindan a la ciudadanía para poder darlo a conocer a través de mi columna y así no solo criticar o escribir notas o acontecimientos negativos, hartos de escuchar y leer cosas malas. Me di a la tarea de contactar a una funcionaria del área de comunicación social de la Dirección de Tránsito y me compartió información estadística interesante, menos del “famoso” y conocido alcoholímetro.
Le pedí me facilitara información valiosa y trascendente para compartir con ustedes todo lo relativo al operativo de prevención de accidentes viales, conocido por muchos como el alcoholímetro. Saber en que consiste, como funciona y demás aspecto técnicos y humanos, para lo cual tuve la experiencia directa de comprobar el operativo desde sus entrañas, el fin de semana pasado.
Fue toda una experiencia con claros y obscuros en la aplicación del alcoholímetro por parte de las autoridades del municipio de León. Hay que destacar la formidable implementación técnica-vial para encontrarse de repente en una transitada avenida con un acotamiento que se va haciendo pequeño y más pequeño, hasta toparse con agentes de tránsito que le piden al conductor soplar el utensilio de plástico donde se aloja el aliento.
Amablemente invitan al conductor a bajarse de su vehículo para ratificar ante otro funcionario municipal, si la alcoholemia es negativa o positiva. Después, invitan al posible infractor a realizar pequeños ejercicios gimnásticos donde la superficie no es la más adecuada, ya que se encuentra improvisada en una unidad móvil, que entre el sobre peso de todos los que laboran ahí y que la superficie no es la mas firme, más bien al contrario, se convierte en aguas movedizas para el más sobrio de los remitidos.
A partir de ahí todo cambia y los comportamientos obscuros empiezan a manifestarse con funcionarios déspotas y prepotentes que en el caso de dar positivo, tratan al infractor como si fuera un indiciado o inculpado de cometer un delito grave y no una falta administrativa. Los médicos que realizan los exámenes y los policías de transito que asisten al infractor, se conducen de manera poco apropiada y respetuosa, haciendo valer su autoridad de cualquier forma.
Es ahí donde una frase es repetida una y otra ves entre ebrios, muy ebrios y no tan borrachos, pero que dieron positivo…..¡Chaaale! ¡Chaaale, el pinche alcoholímetro! Y con esas formas poco amables y hasta algo violentas invitan a los infractores a subir a una “julia” o camioneta totalmente cerrada, donde trasladan entre 12 y 15 personas, unos encima de otros, reteniéndolos por más de media hora, con los vidrios arriba del todo y por consiguiente sin oxigeno, pudiendo ocasionar una desgracia por dicha negligencia. ¡Falta el aire! ¡No podemos respirar!
Finalmente trasladan a los borrachos a los separos y ahí se les toma uno a uno sus generales: nombre completo, domicilio, etc… y de nueva cuenta, la prepotencia, las malas maneras y groserías por parte de los custodios o personal administrativo que reciben a los infractores. Hasta llegar con la jueza calificadora que, con cara de pocos amigos, molesta por estar ahí a altas horas de la noche trabajando, deja mucho que desear sus maneras de dirigirse a los hombres y mujeres remitidos.
En una celda de aproximadamente tres por cinco, remiten a 35 personas que tienen que cumplir 20 horas de arresto por dar positivo en el alcoholímetro. Y también ahí, en ese espacio donde el tiempo pasa muy lentamente, las y los custodios tratan a los detenidos rijosos con prácticas muy cercanas a la tortura, ante los ojos de todos aquellos que se encuentran ahí presentes y ante la complicidad de tres cámaras que no funcionan y que hacen posible que los funcionarios municipales exhiban sus rústicos y primitivas formas de castigar a los infractores. No tienen porque obligar a otros infractores por faltas distintas al alcoholímetro a realizar labores de limpieza, cuando ese trabajo lo hace personal contratado para esos fines.
Después de largas 20 horas de detención, todos aprendieron la lección: “Ya no vuelvo a chupar, lo juro”, “La próxima ves, pido un Uber” ¡Chaaale, pinche alcoholímetro. Una felicitación a todos los miembros del cabildo de la ciudad de León, por esta medida que sin lugar a dudas previene muchos accidentes y enseña más tarde que temprano a todos por igual.
Saludos al carpintero, a Federico, a los del Uber, al de la camiseta verde del León, al de la camiseta blanca del León, al Doctor del Hospital de Alta Especialidad, al pelirrojo, al artista urbano(grafitero) y a los restantes compañeritos, que hicieron más llevadero el castigo con sus simpáticas anécdotas y solidaridad con los alimentos. Y también, al último de la fila, el de las “palancas” políticas con su hermano diputado por MORENA.