Rafael G. Vargas Pasaye
Una de las reglas de la comunicación marca que quien es dueño del lenguaje es dueño del debate y en este momento en términos llanos, el dueño del debate es el Presidente Andrés Manuel López Obrador.
Es un hecho que se ha mantenido en sus conferencias mañaneras marcando el tema, la agenda, y el ritmo, pero no asegura salir bien librado de los detalles negativos, de estar expuesto a crisis, de saberse vulnerable y lo peor, de demostrarlo.
Es sin duda el presidente de las frases por encima de los resultados, su lenguaje es el del priista de los años setenta, del arriba y adelante, es un líder que en un año no tuvo ninguna gira internacional y sí al menos dos grandes temas con extranjeros: Donald Trump y Evo Morales.
Su contexto es más de ese típico político del Revolucionario Institucional que recitaba por igual poemas de López Velarde que pasajes de la historia mexicana aunque estuviera equivocado, o se sentía (como se siente el tabasqueño) que sabe de todo y por lo tanto puede opinar de todo.
Pero además sus frases son una invitación a la ocurrencia, desde el “Primero los pobres” que lo tiene casi como marca registrada pues los 18 años de campaña lo estuvo posicionando, hasta las actuales: “me canso ganso”, “el pueblo se cansa de tanta pinche tranza”, “lo que diga mi dedito”, “prefiero gente honesta que con experiencia”, entre una larga lista que son como cartas que construyen castillos en el aire.
El debate es ruidoso, se nota en las redes sociales y en las sobremesas, es un debate donde no cabe la razón, todo es emocional, las encuestas lo señalan con claridad, y los altos índices que maneja no corresponden todos a él, hay un buen número de mexicanos que califican bien al presidente porque tienen todavía una gran decepción por el pasado reciente inmediato, léase PRI y PAN.
En el terreno de la razón es donde cabrían las cifras oficiales, pero el presidente López Obrador, sabedor que le conviene permanecer en el terreno de lo emotivo sigue generando un modelo de polarización donde pone a competir por igual las cifras oficiales con sus otros datos, los que él tiene y obviamente le favorecen.
Los otros datos es el complemento para la narrativa de la polarización y la fraseología. Lo demás se sostiene en los programas sociales y en el trabajo de partido. Esta es al parecer fórmula actual del discurso o la narrativa presidencial, y conviene que la sepan muchos de los funcionarios y representantes de Morena, pues hay quienes todavía creen que la elección la ganaron ellos, y no el efecto (y efectivo) AMLO.
Quizá ya es tiempo de salir del presidente de datos por el de las cifras oficiales, y del mandatario de las frases y en su lugar llegue el de los resultados; en las encuestas siguen bajándolo sus calificaciones. La realidad es el verdadero contrapeso de la 4T (Fernando Escalante Gonzalbo dixit).
@rvargaspasaye