Rafael G. Vargas Pasaye
En días recientes el diario español El País anunció que su versión impresa para América Latina y México dejaría de circular y se avocarán solamente al reto digital. La noticia la ofrecían como una buena nota que tendrá lugar a partir del 1 de enero próximo.
No es el primero y seguramente tampoco el último en tener que tomar una decisión de este calado, el mantenimiento de una maquinaria que reparte las noticias en impreso no es un asunto menor, máxime cuando los ajustes del gobierno federal en cuanto a su gasto público, que impacta en cascada con los gobiernos estatales y municipales, hacen que se replanteen nuevos retos para las empresas editoriales.
Las hemerotecas desde hace varios años reciben menos ejemplares, o los que llegan cuentan con menos hojas, la lucha por las buenas costumbres del medio ambiente también repercuten en este campo. Pero es, sin lugar a dudas, en el terreno económico donde las versiones impresas disminuyen su volumen.
Las versiones digitales responden a otros ritmos, es otro canal de comunicación la pantalla (Sartori de nuevo sale a relucir), literalmente al alcance de la mano está la noticia, en la tableta, en la computadora, pero poco ya en el papel. Complicado que la principal o de ocho columnas compita con lo que es tendencia en redes sociales, complicado marcar agenda, nuevas dinámicas, nuevos retos para el periodismo.
El periódico impreso es un halo de romanticismo, encontrar una errata era casi heroico, los correctores sabían hacer su trabajo, hacían lucir a quien firmaba el texto, esa labor pocas veces reconocidas hoy cobra relevancia pues en los digitaleses por demás común encontrar pifias hasta en los encabezados.
Quizá en la arena digital el periodismo tenga otros enemigos además del económico (el cambio de espacio no quita la responsabilidad de pagar nóminas), pues en el universo web la competencia es no nada más con otros medios, sino con las fake news, el entretenimiento, los trámites burocráticos, y las otras actividades a las que ingresa el usuario a internet.
Llevar bajo el brazo el periódico impreso para beber café tal vez cambie ahora y sea con una pantalla como se tenga no uno sino un sinfín de periódicos a nuestra disposición, entre ellos el que deseamos leer, pues como lo saben muchos lectores, el placer de tener el papel en nuestras manos, llenar el crucigrama, arrancar algo que nos parece curioso y deseamos compartir o volver a él después, no se compara con nada.
Queda la tranquilidad de que quienes siguen haciendo la versión digital del antiguo periódico impreso son periodistas que saben lo que lector busca, y que como en el caso de Tribuna de la Bahía (mi casa ya desde hace varios años) la mudanza del papel al digital conlleva sentimientos y oportunidades.
@rvargaspasaye