Horacio Erik Avilés Martínez
El ya de por sí complejo panorama estatal en materia educativa se torna también conflictivo al arranque del mes. Por una parte, la pandemia continúa arrojando cifras preocupantes en cuanto a contagios y muertes. Esto, ya de por sí, basta para cimbrar la regularidad en materia educativa y para modificar los planes respecto al regreso a la presencialidad escolar.
En lo positivo, los esfuerzos institucionales y sociales al respecto han permitido que no haya un cierre total ni una desconexión absoluta. La voluntariedad del retorno a clases sigue en manos de padres de familia y estudiantes para la educación básica y miles de maestros, directivos, así como personal de asistencia y apoyo a la educación continúan abriendo los planteles conforme a lo estipulado por la autoridad.
Sin embargo, no todas las escuelas abren, ni todos los estudiantes arriban a las aulas en los horarios programados. Paralelamente, en cuanto a la educación media superior y superior respecta, si bien en esos niveles sí es obligatoria la presencialidad, tanto para estudiantes como para trabajadores, en lo general está articulada en modalidades semestrales o cuatrimestrales. En ambos casos hubo espacios sin clase durante enero y principios de febrero. Por ejemplo, la UMSNH regresa hoy a la presencialidad en sus aulas, lo cual estará por supuesto atemperado por las reacciones y consensos que se realicen en las facultades, escuelas e institutos, donde el personal pudiera llegar a oponerse a tal medida.
Pero es en educación básica donde prepondera una actitud oportunista de varios grupos fácticos encunados en su seno. Lucrando con la enfermedad convocan a boicotear la regularidad del ciclo escolar, no solamente desde lo presencial, sino también desde la distancia, desafiando las instrucciones del gobernador del estado y de la titular de la SEE. Contra su discurso habitual, se erigen evaluativos, elaboran diagnósticos, tanto de cobertura, como de asistencia e incluso, de morbilidad y mortalidad en los planteles educativos. Devorando sus propios epítetos, ahora dictan cifras, estadísticas y datos que intentan hacer pasar como “duros”, sin difundir jamás los instrumentos de investigación, los protocolos, la metodología ni las bases de datos de los supuestos estudios e investigaciones que dicen realizar para soportar sus declaraciones, que invariablemente apuntan siempre contra la presencialidad educativa, contra los derechos constitucionales de los estudiantes y contra lo estipulado en la normatividad aplicable en la materia. Dia y noche buscan la manera de obtener sus canonjías. Esperan que la cadena de la corrupción continúe funcionando y les brinde pingües beneficios, que repartirán a rebanadas y migajas entre socios, incondicionales y a quienes avasallan con promesas, ilusiones, coacciones y amenazas.
En contrapunto, a pesar de las presiones, hasta el momento la actitud del gobierno estatal respecto a la recuperación de la rectoría del sistema educativo ha sido excelente. Ha revertido inercias negativas de décadas enteras y ha dado pasos rumbo a la reconstrucción de la figura de autoridad que debe prevalecer en la materia. Mientras mantenga esa sana distancia de quienes tienen intereses en manipular el presupuesto destinado originariamente a la educación de nuestros hijos tendrá el voto de confianza de los michoacanos.
En cambio, el gobierno federal tiene mucho por hacer en materia educativa en la entidad. Pueden acercarse más a las comunidades, conocer y recorrer las escuelas y universidades de la nación, programar y presupuestar poniendo las garantías individuales de estudiantes, maestros y sus familias al centro, apoyar al gobierno estatal en las decisiones que se toman desde lo local en materia de negociación con grupos gremiales y no permitirles la perversa doble negociación, así como resolver las crisis estructurales que ahogan a subsistemas de educación media superior y superior como producto de un modelo neoliberal adelgazador de la inversión pública en educación, en ciencia y tecnología, pero ya también como resultado de un trienio en el cual no se ha podido generar una transición que camine por una ruta de mejora.
Más aún, preocupa en lo nacional y en lo estatal que, justo cuando altos funcionarios federales están enfrascados en una de las peores crisis de legitimidad política, de cuestionamiento a su honestidad y estando en posibles conflictos de intereses, han decidido emprender la revisión de los contenidos de los libros de texto gratuitos. Esto, sin haber declarado una postura epistemológica del régimen actual, sin tener una propuesta pedagógica, sin contar con una metodología de trabajo y sin haber conformado un modelo educativo se vislumbra tan complicado como pretender primeramente construir una banqueta y al final colocar cimientos, drenaje y servicios subterráneos. El proceso pretenden recorrerlo mediante asambleas estatales. Por lo pronto, este ejercicio está convocado para el 7 de marzo en Michoacán. Es decir, ¡en un solo día! Esperemos que de aquí a entonces se cuente con todo el andamiaje epistemológico, pedagógico, metodológico y con un modelo, pero se antoja sumamente difícil. Realmente luce titánica la ruta a recorrer, máxime cuando la coyuntura en materia educativa en la nación y en la entidad en particular establece otros temas como prioritarios.
Particularmente, si la agenda continúa así de polarizada en Michoacán, difícilmente habrá condiciones para la consulta mencionada o se convertirá en una moneda de cambio para chantajear aún más fuertemente a la autoridad educativa estatal, en aras de poder cumplir con las responsabilidades educativas locales, con los pliegos petitorios que les ponen incesantemente enfrente y ahora también, teniendo qué subsanar esta clase de compromisos que sobrevienen del centro del país.
Recordemos que, aún está muy fresca la situación que ocurrió con la consulta educativa rumbo al Plan de Desarrollo Integral 2021-2027, la cual se tuvo que cancelar en dos ocasiones por las amenazas de los grupos fácticos, quienes intentarían imposibilitar el arranque de la sesión consultiva, para emplearla como palestra de sus consignas consabidas. Esto es lo que podría llegarse a vivir el próximo 7 de marzo, donde ni se avanzaría con la agenda estatal, ni con la federal, los únicos que obtendrían ventaja de la realización de un evento de ese estilo son aquellos quienes lucran y medran con el caos. Esperemos que si viene alguna visita del gobierno federal a Michoacán sea para brindar recursos, para aterrizar programas, para estimular a estudiantes y maestros, estableciendo rutas de mejora para sus respectivas carreras. Si vienen a politizar, a contribuir al enrarecimiento ideológico y a tratar de sumar capital y adeptos ojalá reconsideren la escala en Michoacán, porque no solamente van a desilusionar a los michoacanos, sino que también, muy probablemente se irán con las manos vacías.
Pueden venir a realizar muchas otras actividades. Sería muy constructivo que esta clase de visitas contribuyeran a consolidar el regreso a clases, la recuperación de aprendizajes, el diagnóstico educativo y socioemocional, mejorar las condiciones de los planteles educativos contando con todo lo necesario para que se cumpla lo que desde Mexicanos Primero denominamos 555: cinco días de clases, cinco horas diarias, con cinco condiciones imprescindibles para reabrir las escuelas, agua, jabón y sanitizantes; aire, ventilación, distancia y cubrebocas; apoyo socioemocional, atención, juego y convivencia; refuerzo en los aprendizajes fundamentales y participación, que implica escuchar a la comunidad escolar, construir soluciones solidarias y sustentables, así como mantener la exigencia constante a la autoridad.
No se trata de establecer falsos dilemas ni de hilvanar falacias: es elemental que la autoridad declare sus prioridades educativas en este momento tan neurálgico que está viviendo el sistema educativo nacional. Cada día que pasa cuesta rezago en los aprendizajes, en situaciones socioemocionales, millones de pesos y hasta vidas humanas. De ese tamaño es la responsabilidad que yace sobre las espaldas de los funcionarios federales y es menester que se asuma el compromiso con las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, el magisterio y sus familias.
Mientras los funcionarios deliberan sobre sus prioridades, mientras las autoridades trazan rutas rumbo a la presencialidad y acotan a los grupos fácticos, a la vez que pasa la denominada cuarta ola de contagios por COVID-19 no podemos quedarnos de brazos cruzados. Debemos revisar qué sí se puede hacer para poder salir adelante durante este periodo y que no sean días y semanas en las cuales no solamente no se aprenda, sino que se desaprenda. Dedicar tiempo a la educación de nuestros hijos debe ser una alta prioridad. Vivimos ocupados en darles una mejor vida, pero ¿qué tanto realmente nos involucramos en sus procesos de aprendizaje? Es tiempo de, que paralelamente a las tareas a realizarse en la modalidad a distancia, podamos trazarnos objetivos de aprendizaje propios, repasar contenidos ya vistos, sostener las capacidades de lectoescritura, haciendo lectura en voz alta de manera individual o colectiva, escribiendo misivas, ensayos y organizando nuestros pensamientos. Promover y realizar actividades recreativas en familia, ver documentales, a la par que mantenernos informados sobre el estado que guarda la educación en el estado y en la comunidad escolar, lo cual implica también mantenerse al tanto de las decisiones que se tomen e involucrarse en la sociedad de padres de familia, o del Consejo Escolar de Participación en la Educación.
Sí, son tiempos en los cuales deben prevalecer la serenidad y la prudencia, pero no debemos dejar pasar los días. No debemos de quedar en manos de la pandemia, de las escasas condiciones para el aprendizaje, ni de los líderes sindicales, ni de las autoridades. Hagamos más por ejercer el derecho a aprender y por seguirnos desarrollando aún en las circunstancias más adversas. Es un hecho que tenemos mucho poder para impulsarnos a seguir aprendiendo como para permitirnos procrastinar el ejercicio pleno de estos derechos. Seamos seres humanos que aprendemos, ciudadanos educadores y que nos generamos a nosotros mismos; es decir, autopoiéticos.
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